Si uno busca en el diccionario la palabra “coherencia” se
encuentra con el siguiente significado: “Actitud lógica y
consecuente con una posición anterior”.
O lo que es lo
mismo, hacer después lo que primero se dijo. Ya sé que alguien puede pensar a
santo de qué viene esto. Ahí vamos…
Cuando escucho
decir que el problema de la
Política, de que sea menos creíble que un avión de Iberia
saliendo a la hora, es culpa de esto y lo otro, discrepo. Es más sencillo. El
problema de la Política,
el problema principal de la que la gente esté hasta la coronilla de quiénes
somos políticos, es un problema de coherencia. Para que nos entendamos, decir
primero una cosa y luego, a la hora de actuar, hacer lo contrario. Lo que
debería ser una excepción a extinguir es visto, por la ciudadanía, como la
norma habitual. Y así nos va.
En las pasadas
elecciones europeas los socialistas nos presentamos con un mensaje clave: hay
que construir otra Europa y por eso diremos NO a Juncker –uno de los padres del
austericidio- como Presidente de la Comisión Europea.
Tienen lugar las elecciones, gana las mismas la derecha europea y proponen a
Juncker como Presidente. Y aquí viene el momento estrella. Los socialistas
europeos llegan a un acuerdo de un buen número de materias y se contempla
apoyar a Juncker. Toda esta deriva coincide con un período de interinidad en el
PSOE, que acaba cuando el pasado 13 de julio, en una votación democrática
impecable, con una altísima, Pedro Sánchez es elegido nuevo Secretario General.
Y como había dicho en campaña, cumple con lo dicho: da instrucciones a los 14
eurodiputados socialistas para votar NO a Juncker como Presidente de la Comisión Europea.
Nada que objetar. Y
sin embargo, Pedro Sánchez es objeto críticas, tanto internas como externas,
por esa decisión.
Pero él no cede
y nos hace grandes a todos, porque dice
“algunos no entienden que digamos NO a Juncker. Simplemente decimos NO porque
así lo prometimos en las elecciones”.
Unas pocas palabras
que simbolizan que ha vuelto la coherencia.