Hoy 3 de enero hace exactamente un año desde que mi güelito Tito nos dejó. Todos los días me acuerdo -nos acordamos de él-. Todos. Pero hoy no será un día más. Hoy, la sensibilidad de toda su familia y de sus amigos, de la gente que lo conoció y que lo quiso, será especial. Será un día especial, sobre todo, para ese pilar de mi familia que es mi güela Lala.
Mi forma de recordarlo hoy es publicando nuevamente la carta que entonces, aquella noche entre el 3 y el 4 de enero, le escribí. Es ésta:
carta a TitoNunca pensé que te ibas a ir tan rápido. Nunca. Aunque creo que te has ido como tú hubieras querido... Y lo hiciste en tu casa y en tu cama.
Todo empezó aquel 24 de noviembre. Llevabas unos días malo y Pablo mi hermano me envió aquel mensaje que decía "ta welito pa Villa". Allí nos juntamos todos. Ingresaste en el Hospital y se pusieron a hacerte pruebas. Fue el 2 de diciembre, cuando estando en los actos del día de la discapacidad, me llamó mi madre y me dio la noticia de que tenías un cáncer de pulmón muy avanzado. Creí que el mundo se me venía encima. Me fui para Villa y allí hice de tripas corazón porque no queríamos que sintieras nada raro. Mi güela, mi madre y mi tío tomaron la mejor decisión: nada de tratamientos que no servirían ya para nada, llevarte de vuelta a la Pola y no decirte nada para que disfrutaras de tu vida hasta el último día.
No me voy a engañar: nunca fuiste tonto y sé, en lo más profundo de mí, que sospechabas lo que pasaba. Pero salvo a mi güela a los demás no nos dijise ni una palabra. Sólo nos dejabas ver tus enormes ganas de vivir.
Hasta el 30 de diciembre, con una pequeña recaída a mediados de mes, seguiste saliendo y viviendo con tu alegría natural. Pasamos la nochebuena como siempre nos gustaba hacerlo aunque estábamos todos con la emoción a flor de piel: sabíamos que era la última en la que tú estarías. El 31 habíamos cancelado la celebración de la nochevieja cada uno por su lado y la queríamos celebrar todos juntos en tu casa, como juntos lo hicimos tantas veces. Pero ese día te fallaron las fuerzas y te quedaste en cama. Eso sí, aún sacaste fuerzas para salir a las campanadas y al brindis con todos. El 1 la cosa fue a peor y el 2 ya no pintó nada bien. El 3 de enero, por la mañana, te fuiste sin hacer ruido. Todo fue mucho más rápido de lo que pensábamos y al menos me quedo con la alegría de pensar que hasta el 30 de diciembre hiciste la vida como a tí te gustaba hacerlo.
Para mí eres mucho más que un güelu. Yo siempre dije que mi güela Lala y tú, con los que me crié, con los que viví en vuestra casa veinte largos años, eráis mis padres complementarios. Y mis recuerdos hoy se amontonan los unos sobre los otros. Son tantos, que no tendría espacio para plasmarlos.
Los primeros años de mi vida dormí con vosotros, con mi güela y contigo. Bueno, con vosotros y con tu eterna radio, siempre sintonizada en la cadena ser y siempre funcionando todas las noches. Fui tu primer nieto. Contigo iba al campo de fútbol, sobre todo cuando fuiste conserje del Real Titánico e iba a tomar algo. Porque si algo te gustaba era estar con la gente, en los chigres, en la plaza o en la calle. Me acuerdo mucho de cuando íbamos al Hogar del Productor, dónde estaba la bolera. Los bolos era otra de tus grandes aficciones. Allí tomaba siempre lo mismo: un kas naranja y aceitunas rellenas. Ése era mi menú del vermut cuando todos los días me sacabas a pasear. Cuando empecé a ir al colegio recuerdo que a tí te tocaba llevarme al autobús a medio día, dónde saludabas a Fredo, tu pariente, que conducía los autocares.
Luego compartí mucho, siendo ya más grande, cuando empezaste a ir a ayudar al Práu de Arcadio. Te gustaba el ganao y así estabas todas las tardes entretenido. También pasábamos a ayudar a Quilo, al que siempre provocabas porque pensaba todo lo contrario que tú, en todo. Y siempre, todas las tardes, en el práu de Arcadio dormías aquella siesta en la que cantabas asturianáes. Parece que te estuviera escuchando ahora... Por allí pasaba tanta gente y siempre tertuliaban contigo. Porque si algo tenías era un sentido del humor a prueba de bombas y conversación, mucha conversación con todos.
Seguías siempre una ruta muy clara para visitar los bares que te gustaban. Los Robles era una parada obligatoria. Luego vino el Guaje. Y en los últimos meses, el bar de mi hermano Pablo, dónde ponías punto final a tu ruta y casi siempre Pablo te llevaba ya para casa de güelita, a comer. Pero tu ruta empezaba muy pronto, con la lectura del periódico en la Casa del Pueblo de Pola y ahí tu recorrido por Pola, para luego contarme en la comida las novedades del día. Porque yo, casi todos los días, como con vosotros en vuestra casa.
En nuestra familia teníamos tradiciones muy claras. Los domingos era el día en el que nos juntábamos todos a comer en casa de güelita, incluido mi tío, mi tía y mis primos Igor y Sarai. Así fue durante muchos años. Y a tí te encantaban los domingos, porque nos podías contar historias, gastar bromas y encima era el día en que más fútbol había... Un día completo, vaya.
Durante muchos años, en verano, íbamos al Cabañón mis hermanos y yo contigo. Menudas caminatas desde la Pola para llegar hasta allí. Terminábamos el día con esa comida, con sardinas a la plancha o chorizos al vino, como aquella vez que gastaste un gran reserva que tu ahijado Jose tenía allí y que utilizaste para macerar los chorizos. Como tú decías: "que ricos supieron". También era parada obligatoria en el práu de tu primo Paco, dónde estaba el árbol de chocolate, que mi hermano Pablo tan bien recuerda. Pero esa es otra historia.
Mi güela siempre dice que tú has sido un hombre feliz. Y es verdad. Eres un hombre feliz, que disfrutó de lo que le había dado la vida, que se sentía feliz de estar al lado de mi güela, de tener por hijos a mi madre y mi padrino Roberto. De tener en la familia a mi padre y a mi tía. Y orgulloso, sobre todo, de sus cinco nietos, de Igor y Sarai; de Pablo, Borja y de mí.
Tú y yo compartimos muchas cosas. También militancia política. Eres del PSOE desde que yo recuerdo y creo que la mayor alegría te la dí cuando te dije que me había afiliado a las Juventudes Socialistas. Recuerdo lo que me dijiste entonces: que me guiara por Pablo García, al que admirabas muchísimo. Es curioso. Ésa misma admiración la he heredado yo.
Fíjate si eras un hombre feliz que si yo tuviera que recordar momentos en los que te ví de verdad triste y afectado habría algunos, pero muy pocos. Casi me quedo cuando el Sporting descendió y cuando en el 2000 Aznar ganó por mayoría absoluta. Casi siempre te vi feliz. Te gustaba mucho hablar con la gente y, particularmente, los críos. Eso lo saben bien en Fontoria Nueva. Todos los vecinos te tenían por una institución. Y tú querías particularmente a los de tu portal, de especial manera a nuestros vecinos de puerta, que más que vecinos, son para nosotros familia: Marcelino, Carmina y Marce.
En todos los momentos importantes de mi vida política siempre estuviste ahí, en un plano discreto, como a tí te gustaba, pero ahí. Particularmente orgulloso te ví cuando me eligieron Alcalde. También cuando a principios de enero inauguramos las obras de Fontoria Nueva, del barrio en el que vivimos y tú hiciste conmigo y con la Consejera el recorrido inaugural. Mucho te gustaron las fotos que te regalé de aquel día. También recuerdo cuando te entregue, en el marco de unas jornadas que organizó el PSOE de Laviana, aquella placa que te reconocía como militante veterano del partido. Placa que preside el salón de casa y de la que siempre te sentiste tan orgulloso. No te perdías ningún acto en el que sabías que yo iba a intervenir ni ningún mitin. Siempre ahí.
Tu relación con güelita era especial. Siempre fue tu otro yo. Os encanta estar de piquilla, picándoos y buscando la riña fácil que formaba parte de vuestra rutina diaria. Siempre dijiste que sin güelita no serías nadie, porque ella era todo para tí. Tan claro lo tenías que a todos nos decías que querías morirte antes que ella, porque no la querías llorar y porque sin ella no querías vivir. Ya ves. Se ha cumplido tu deseo.
El mes de diciembre ha sido muy especial para tí y para todos nosotros. El día 6 hicimos la visita a tu pueblo natal, Riolapiedra. La acompañamos de una grabación que fui haciendo yo y que te vendí con la disculpa que, de cara a mi futura candidatura a la Alcaldía, necesitaba hablar de mis abuelos. En diciembre también tuviste una visita que te alegró mucho, la de mi primo Igor, que se encuentra trabajando fuera de España. El mismo día de nochebuena viniste por la mañana a mi casa dónde yo me encontraba en cama para traerme los periódicos. Poca gente sabe que cuando yo no podía coger los periódicos los fines de semana era mi güelu el sustituto de esa función. Allí estuviste más de una hora, dónde hablamos de todo. Esa nochebuena fue, sin duda, muy especial. En mi caso yo me quedé a dormir con vosotros y me vinieron a la cabeza tantos recuerdos de mi infancia...
Te has ido muy rápido güelito. No esperábamos que fuera tan rápido. Pero de estos días finales me quedó con lo que hiciste el día antes de irte para siempre. Estaba yo contigo en la habitación sentado junto a tí y me dijiste algo que no entendí. Me acerqué a tí a ver que era y lo que hiciste fue darme un beso. Es un beso que vale millones. Que nunca olvidaré en mi vida...
Querría decirte esto en tu despedida pero sé que no voy a ser capaz, por eso, te lo escribo.
Y es más, quiero creer en algo. Tú no eras creyente, pero siempre aceptaste que yo si lo fuera. Y como creyente que soy no quiero creer que esto se acaba aquí y ya está. Quiero creer que hay algo más allá. Y quiero creer que ese algo será un domingo eterno, en el que nos volveremos a reunir todos juntos, como hacíamos cuando tus nietos éramos niños. Tú eres la avanzadilla para organizar esos domingos que serán para siempre y, de hecho, me imagino que ya estarás haciendo tiempo, paseando acompañado de tu cayado, de tu boina y de tus caramelos, hablando con la gente, mientras esperas que el tiempo nos reúna a todos en ese domingo que ya nunca tendrá fin.
Te quiero muchísimo güelito.