Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla. Esa frase, desde que era muy joven, me ha obsesionado. Ha sido como un recuerdo machacón, permanente, de que el olvido no conduce a nada bueno, sino todo lo contrario.
Este 23 de febrero se cumplen 30 años desde aquel otro 23 de febrero que ha pasado a la historia de este país por suponer un ataque a la joven Democracia española. Aquel día un grupo de militares y guardias civiles tomaron el Congreso de los Diputados, retuvieron al Gobierno de España y al parlamento, mientras alguno de sus aliados sacaba los tanques a la calle como muestra de un golpe que buscaba, sobre todo, poner freno a la Democracia española.
Mucho había cambiado España en muy poco tiempo. Sobre todo, desde que aquel 3 de julio de 1976, el Rey Juan Carlos había designado Presidente del Gobierno a un joven político audaz cuyo nombre, siempre, irá ligado a la historia de España: Adolfo Suárez. Él fue el encargado de tender puentes con los partidos políticos de la oposición y aplicando aquella famosa frase "de la ley a la ley, pasando por la ley" o aquella otra "elevar a la categoría jurídica de normal lo que al nivel de la calle es simplemente normal", construir la Democracia española tal y como hoy la conocemos. En enero de 1981, creyendo de esta manera favorecer a su país, presentó la dimisión y así llegamos a aquel histórico 23-F. Ese día se votaba la investidura de su sucesor, Calvo-Sotelo. La toma por la Guardia Civil, a cuyo frente se encontraba un conocido conspirador golpista como era Tejero, dió horas e imágenes para nuestra historia. Entre ellas quiero recordar especialmente a quién ya no puede recordar: Adolfo Suárez. Aquel hombre, aún Presidente del Gobierno en funciones en aquellas horas, trató de plantarles cara a los golpistas -ayudado de su siempre fiel amigo Manuel Gutiérrez Mellado- y permaneció sentado en su escaño mientras las balas caían a su alrededor.
Este 23 de febrero se cumplen 30 años desde aquel otro 23 de febrero que ha pasado a la historia de este país por suponer un ataque a la joven Democracia española. Aquel día un grupo de militares y guardias civiles tomaron el Congreso de los Diputados, retuvieron al Gobierno de España y al parlamento, mientras alguno de sus aliados sacaba los tanques a la calle como muestra de un golpe que buscaba, sobre todo, poner freno a la Democracia española.
Mucho había cambiado España en muy poco tiempo. Sobre todo, desde que aquel 3 de julio de 1976, el Rey Juan Carlos había designado Presidente del Gobierno a un joven político audaz cuyo nombre, siempre, irá ligado a la historia de España: Adolfo Suárez. Él fue el encargado de tender puentes con los partidos políticos de la oposición y aplicando aquella famosa frase "de la ley a la ley, pasando por la ley" o aquella otra "elevar a la categoría jurídica de normal lo que al nivel de la calle es simplemente normal", construir la Democracia española tal y como hoy la conocemos. En enero de 1981, creyendo de esta manera favorecer a su país, presentó la dimisión y así llegamos a aquel histórico 23-F. Ese día se votaba la investidura de su sucesor, Calvo-Sotelo. La toma por la Guardia Civil, a cuyo frente se encontraba un conocido conspirador golpista como era Tejero, dió horas e imágenes para nuestra historia. Entre ellas quiero recordar especialmente a quién ya no puede recordar: Adolfo Suárez. Aquel hombre, aún Presidente del Gobierno en funciones en aquellas horas, trató de plantarles cara a los golpistas -ayudado de su siempre fiel amigo Manuel Gutiérrez Mellado- y permaneció sentado en su escaño mientras las balas caían a su alrededor.
Aquel día terminó, después de muchas horas de confusión y miedo, bien. A la mañana siguiente, cuando ya amanecía, Tejero y el resto de golpistas se rendían. La posición del Rey y de la mayor parte de los militares así como la pronta reacción de partidos y sindicatos, todos unidos en la defensa de la Constitución y de la Democracia, hicieron posible que el golpe fracasara y que hoy vivamos en Libertad. Al día siguiente tuvo lugar la manifestación más multitudinaria que se recuerda en España: millones de personas tomaron la calle para defender la Libertad, la Democracia y la Constitución Española.
No está de más, cuando se cumple un nuevo 23 de febrero, que recordemos que la Democracia no es algo que existe porque sí, ni es eterno, ni tampoco inmutable. Que cada día hacemos más Democracia. Que la tenemos que defender cada día. Porque, no lo olvidemos, hay gente que, sin duda, aún hoy, le gustaría vivir en un sistema político autoritario, sistemas en los que viven millones de ciudadanos de este planeta que no pueden decir lo que piensan ni vivir libremente.
Recordémoslo hoy y siempre.