24.9.12

lo bueno de recordar

La capacidad de recordar es lo que ha permitido al ser humano, a lo largo de la historia, avanzar. El recuerdo es una presencia permanente que fortalece la mejora y el aprendizaje. Permite, ante nuevas situaciones, buscar en el "archivo" personal o colectivo y tratar de obtener una respuesta adecuada a los nuevos tiempos o a los nuevos problemas.

Precisamente estos días la sociedad española ha vuelto a recordad. El fallecimiento de Santiago Carrillo la pasada semana nos ha permitido rescatar del baul del olvido aquel período extraordinario de nuestra historia como fue la transición política. Dicho sea de paso, el 25 de septiembre volveremos a recordar a aquellos tiempos y aquellos protagonistas. La razón: Adolfo Suárez cumplirá 80 años. Las brumas que pueblan su mente le impiden recordar. Por eso, debemos recordar por él. Debemos recordar por todos aquellos que aportaron su grano de arena -algunos, muchos granos de arena- a la construcción de ese tiempo que ha marcado un antes y un después en nuestra historia como pueblo y que el tiempo ya no les permite recordar.

Santiago Carrillo se ha ido en medio del respeto general. Gentes de la derecha, de la izquierda o gentes sin ideología, le han despedido con los honores que merece alguien que ha contribuido, de una forma tan importante, a que los españoles vivamos en paz. No lo digo yo, lo ha dicho Adolfo Suárez Illana, el hijo de Adolfo Suárez: en aquel período, uno de los apoyos permanentes al presidente Suárez, fue precisamente Santiago Carrillo. Y digo bien: gentes de la derecha lo han recordado con respeto. Fuera de ellos quedan los extremistas, los incapaces de respetar a quién no piensa como ellos. Da igual desde dónde hablen, ya sea utilizando las redes sociales para expulsar la bilis que les corroe en su interior o utilizando los altavoces de algún medio de comunicación -si es que se les puede llamar así-. Da igual que alguno de ellos haya tenido que dimitir, porque dimitir sin pedir disculpas no aporta nada al "proyecto regenerador" que dicen representar en la sociedad... Da igual todo ello, porque todos ellos son minoritarios. Santiago Carrillo contribuyó de forma decidida a la transición política a la Democracia. Y mal que les pese a algunos, Santiago Carrillo hizo Historia con mayúsculas.

Estos días en que los medios de comunicación salen llenos de anuncios de independencia, de ocupaciones ilegales del congreso de los diputados, de anuncios de esto y lo otro, tenemos que recuperar de nuestro particular archivo como pueblo aquel período apasionante de nuestra historia. Tenemos que recuperar la Transición como epopeya, como aventura, como reivindicación de un mundo distinto. Tenemos que retomar la voz de aquellos protagonistas, saber qué hicieron, cómo lo hicieron. Y reivindicar el mayor logro de aquella época: una Constitución, fruto del consenso, que garantizó la convivencia. Ya sé que ahora lo políticamente correcto -o lo inteligente, que dirían algunos- es sumarse a esa ola de la antipolítica que todo lo lleva y que tiene sus ojos puestos en nuestro texto constitucional. Pues no. Yo no. Yo no considero la Constitución como un texto sagrado, ni le hago ofrendas propiciatorias ni la bendigo con el perfume del incieso. Pero la considero el triunfo del consenso y la concordia y, por ello, digo esto: que se reforme lo que se quiera, tenga o pueda reformar. Pero que se haga partiendo de los cauces de reforma que la propia Constitución recoge. Por esos cauces, todo cabe. Fuera de ellos, nada. O lo que es lo mismo, como dijo en su día Torcuato Fernández Miranda: "de la ley a la ley, pasando por la ley". No me valen excusas que admiten mala compra, del tipo "no se cumple" o "no la pudimos votar". Tampoco los americanos votaron su Constitución de 1787 -si queda alguno que la haya votado, que llamen al Guinness- y no por ello cuestionan su legalidad. Lo dicho: quién quiera reformar la Constitución, que lo defienda. Que vaya a las elecciones con propuestas de reformas concretas y que utilice los cauces de reforma que la propia Constitución regula.

Y un último mensaje. Éste va para los adanistas, los que se creen hombres -y hombres políticos- tan pluscuamperfectos, que creen encarnar la nueva Democracia y que se acercan más a "amaneceres dorados": cuidado con convertirse en caballos de Troya de la antipolítica. Cuidado con renegar de todo y de todos. Cuidado con convertirse en instrumentos de los mercados y deteriorar, con sus acciones, la propia Democracia. Cuidado con convertirse, precisamente, en muñecos de trapo. Cuidado con todo ello. La mejor receta a cualquier aventura que ponga en peligro nuestra convivencia la encontramos en nuestra memoria. Es lo bueno de recordar. Lo bueno de tener presente, hoy más que nunca, un período tan fascinante de nuestra historia como es la transición política a la Democracia.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Por qué no nos hablas del PSOE (histórico)?
Podemos recordarlo todo.

Anónimo dijo...

parece que empieza a cundir el pànico entre los alcaldes por el tema de la unificación de ayuntamientos, algo que decir??

Anónimo dijo...

Veo con preocupación el abandono de los habituales comentaristas que había en este blog, y me cuesta creer que no estén conformes contigo en lo personal, por lo que me inclino en pensar que el descontento que hay con el PSOE es la verdadera causa de este divorcio. ¿Aún no te convences de ello?

Jordi Roca dijo...

Hay algo absurdo en tu argumentación, si una ley es mala, es muy posible que los métodos que tiene previstos para ser cambiada, también sean malos.