Al principio este tipo de expresiones me molestaban bastante. Las consideraba injustas y sobre todo, alejadas de la realidad. Ahora, no obstante, a medida que avanza la precampaña y escucho y veo lo que dicen algunos candidatos -tanto regionales como locales, aquí en Laviana- no me sorprende nada que la gente nos eche esos piropos.
Sin embargo, el PSOE puede presumir de no prometer por prometer. Lo demostramos en la anterior campaña, cuando Marcia decía en todos los mítines "estas son ideas y no quiere decir que las podamos desarrollar todas. Pero son las ideas que tenemos para Laviana".
El PSOE de Laviana presentó, hace unos días, su PROYECTO DE GOBIERNO PARA LAVIANA. No es un programa y mucho menos es "electoral", porque lo que en él se recoge son propuestas que tenemos la certeza de que vamos a poder desarrollar o iniciar los próximos cuatro años, que tienen detrás un trabajo, estudio y búsqueda ya de financiación.
Pero hay más. De lo que el PSOE de Laviana puede presumir es de su coherencia. No vamos a cambiar nuestras propuestas y posiciones a cambio de asegurar estos o aquellos votos. Es lo que más asustado me está dejando estos días, ver como algunos, con tal de amarrar unos cuantos votos más, son capaces de desdecirse de lo que han hecho o dicho estos años de atrás. El PSOE no. El PSOE se mantiene firme en sus convicciones, porque cada vez que tomamos una decisión lo hacemos pensando en lo que creemos es mejor para el futuro de Laviana.
En fin, frente al "dónde dije digo, digo Diego" de algunos, está nuestro PROYECTO DE GOBIERNO. Y serán nuestros vecinos y vecinas quiénes el 27 de mayo decidan quién quieren que gobierne Laviana los próximos años.
2 comentarios:
Estamos muy de acuerdo. En vez de programas electorales me gusta más la expresión carta de compromiso, por que significa eso un compromiso del partido, de los miembros de la lista,sean concejales o diputados con la ciudadanía a la que representan. Cuatro años después toca presentarse ante los vecinos con los deberes hechos y dar cuenta del compromiso, y si este no se ha cumplido, mejor que lo intenten otros.
CUÉNTAME CÓMO PASÓ
Los españoles estaban tan convencidos de que después de Franco iba a llegar la democracia que no les importó que el general se mantuviera en el poder 36 años, algunos incluso lloraron en la cola precisamente por eso, porque el caudillo se iba a perder, ya sin remedio, lo que vendría después. Lo que te vas a perder, decían al pasar delante de su féretro aquellos días fríos de noviembre del 75. Los que habían colaborado con su régimen fueron los primeros en echarse a la calle para acelerar el cambio y no hacían nada más que meter prisa a la oposición para que se uniera a ellos y exigiera elecciones libres y para que ésta no se contentara con cualquier cosa. Los herederos del movimiento nacional fueron los primeros en encabezar manifestaciones, lanzar octavillas, organizar huelgas para que los obreros exigieran sindicatos libres, prensa libre y libertad de asociación, y aumento de sueldo, claro. Ellos eran los que pedían los permisos correspondientes al gobernador civil franquista de provincias para que permitiera a todos los ciudadanos ocupar las calles más céntricas y exigir democracia en las plazas, en las avenidas más concurridas de capitales, ciudades, pueblos y aldeas. Martín Villa, ministro del interior, no daba a basto enviando cartas personales a los ciudadanos instándoles a salir a la calle con más alegría, con más entusiasmo, con más coraje, a movilizarse por la libertad de expresión, manifestación y asociación. Incluso pedía a los policías que no dieran más palos, que eso se había terminado ya, y que se unieran a los manifestantes y les abrieran paso al avanzar por las calles coreando libertad, amnistía y estatuto de autonomía. Si se declaraba una huelga, desde el Ministerio del Interior se enviaba a los antidisturbios para que se unieran al paro y exigieran a los obreros más energía en sus reclamaciones y en sus derechos democráticos. Fraga y toda la derecha no hacían nada más que organizar actos por todas partes para convencer a los ciudadanos más remisos, para que no esperaran más y exigieran democracia y elecciones libres ya. Cuando veía una manifestación que no era muy numerosa, Fraga se cabreaba, no se podía contener e inmediatamente abroncaba a los que se quedaban en casa o mirando desde las ventanas. Bajad a la calle si tenéis huevos, aquí es dónde tenéis que estar y no en las ventanas mirando. Viva la democracia, gritaba Fraga, abajo la dictadura franquista, remataba. Ya saben como es Fraga. En una palabra, desde el gobierno postfranquista no se hacía nada más que acelerar el proceso de cambio y pedir a la oposición que se moviera más, que saliera más a la calle y que fuera más contundente en sus reclamaciones, en sus mitines. Hasta Arias Navarro tuvo que aclarar que si había llorado cuando murió Franco fue por lo que se iba a perder, no porque se hubiera muerto. Y Aznar, que era estudiante universitario, era el primero que interrumpía las clases, se subía a las mesas, a las tarimas, a las escalinatas de la Universidad para arrebatar el megáfono al orador de turno y pedirle más garra en su defensa de la libertad y la democracia, instaba a los estudiantes que dejaran los apuntes de clase, que los tiraran a las papeleras llegó a rumorearse un vez, y siempre terminaba sus arengas con el mimos soniquete: Ahora, compañeros la democracia y la libertad son más importantes que vuestras carreras personales. En marcha hacia Argüelles. Libertad, libertad, libertad.
Aznar se quedaba ronco. ¿Y que decir de Acebes, Zaplana? No daban abasto, hoy en un sitio mañana en otro, sin tiempo ni para cambiarse de ropa ni afeitarse, a base de bocadillos de tortilla y cafés bien cargados, visitando pueblos y aldeas, hasta en las capitales de provincia más conservadoras, hasta en las parroquias más remotas, exigiendo libertad, democracia, autonomía. Los párrocos les tenían que recordar que la Iglesia no era el lugar apropiado para hacer política, que la moderación era el camino a seguir. La oposición, que llevaba años esperando, hizo lo posible para subirse al carro y conseguir su legalización. ¿Pero a qué esperáis les decían desde el Ministerio del Interior? Pasad que os legalizamos a todos de un tirón. También a los republicanos, faltaría más, comentó Fraga en una ocasión. Venga, no tengáis miedo que el general ya se ha muerto. Vamos. Fraga estaba harto de pedir elecciones libres, nueva constitución, autonomía para Galicia y lo que haga falta, añadía comiéndose las sílabas. Presentad unos estatutos más ambiciosos les recriminaba a los partidos de izquierdas, que se reconozca cuanto antes el derecho al divorcio, a la libertad de conciencia, a la igualdad de sexos. No os quedéis cortos pidiendo, decía a todo el que se cruzaba con él. Y la oposición pidiendo calma a los franquistas, que no ofrecían ninguna resistencia al cambio, sino al contrario. Si hay que esperar, se espera hombre, si hemos estado esperando 36 años, ¿qué más da ahora uno más que uno menos?, decían algunos opositores, Hasta que Fraga se hartó de la oposición tan pacata y dijo:
¿Yo esperar? Así no vamos a ninguna parte. Yo no aguanto más esta dictadura. El que me quiera seguir que me siga. Así no vamos a ninguna parte –volvía a repetir-. Aquí o hay elecciones libres, sindicatos libres, nueva constitución, o yo pierdo el control y no se lo que puede pasar.
Y Aznar, que era entonces un joven exaltado, un ardiente y apasionado luchador de la democracia escribía panfletos que terminaban así:
Fraga lleva razón, no podemos esperar más, con esta oposición no se puede, ¿dónde está el ansia de libertad del pueblo español? Amnistía para todos los presos, autonomía, si tenemos que romper con el franquismo tiene que ser ya, ¿a qué espera la oposición? A que viene Carrillo ahora con la peluca, que cruce la frontera sin peluca. Estamos esperando que venga de una vez, y La Pasionaria, y Alberti, ¿a qué esperan para volver?
Y la oposición a tranquilizar a Fraga, a Aznar, a los jóvenes exaltados como Acebes y Zaplana que andaban todo el día haciendo pintadas, escribiendo panfletos e incitando poco menos que a las masas a la insurrección por aquello que más sentían: democracia y la libertad.
Sin duda, fue una transición ejemplar.
Pelayo Molinero
14 de Junio de 2007
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