el optimismo

Mucho ha llovido sobre el llamado optimismo del Presidente Zapatero. De cuando en cuando los medios no se cansan de repetir que el Presidente tiene un optimismo a prueba de todo, como ha demostrado en tantas ocasiones difíciles de la pasada legislatura. Comentarios y más comentarios. Críticas duras de los de fuera y desconcierto, en ocasiones, de los de dentro.

Yo no sé si Zapatero es tan optimista como lo pintan o no. Si de mí dependiera, siempre preferiré una persona optimista -aunque yo no es que lo sea en exceso- a un cenizo pesimista para el que todo está o va mal. Los pesimistas deberían de ser proclamados, en este sentido, un peligro público: cuando estás al lado de uno de estos impenitentes pesimistas, las ganas que te quedan de seguir haciendo cosas son muy pocas. Yo recuerdo haber conocido a unos cuantos en mi vida y cuantos más lejos los tengas, mejor. No sólo están ellos amargados con todo, sino que amargan a los demás.

Ahora se vuelve a hablar de Zapatero y su manido optimismo en torno a la situación económica. Pues bien, yo que no siempre comparto tanto optimismo de Zapatero si que coincido con el Presidente en la necesidad de no sumar más pesimismo a la desaceleración económica que estamos viviendo. Vayamos por partes.

No estamos en crisis económica porque la economía sigue creciendo. Es cierto que crecemos menos, por eso hay desaceleración del crecimiento económico. Pero para haber crisis no debería haber esto, sino recesión, es decir: que la economía dejara de crecer o lo hiciera con carácter negativo. Y hoy por hoy éso no está pasando... Echarle las culpas al Gobierno de España, en un mundo globalizado, es cosa de pandereta. Al Gobierno lo que le hemos de pedir es que reaccione con medidas agresivas para intentar que la desaceleración sea lo menos fuerte posible. Pero la crisis es a nivel mundial, nos afecta a todos, desde Nevada (Estados Unidos) a España, pasando por Taiwan. De ella no se está salvando ningún país del mundo: esto es algo que va unido a la tantas veces llamada globalización de la economía.

Pero hay algún elemento más para compartir la necesidad de ser optimistas. En una situación de debilidad económica lo peor que se puede trasladar desde los gobiernos son desasosiegos o falta de confianza a la ciudadanía. Ello sería no sólo contraproducente, sino un suicidio. Si en esta situación el Gobierno empezara a decir día sí, día también: nos hundimos, no vamos a levantar cabeza, no hay nada que hacer... la valoración de la confianza de la gente para seguir "viviendo", estaría por los suelos.

Así que para hacer frente a esta situación económica, comparto el necesario optimismo del Presidente. Estamos mal, pero podríamos estar mucho peor. Y si trabajamos, adoptamos las medidas necesarias, podemos estar cada día un poco mejor...Así que lo que toca es apoyar al Gobierno para que adopte las medidas oportunas y tratar así de afrontar, en la medida de lo posible, una crisis que no creamos en España pero que, sin remedio, nos afecta.