actitudes ante la vida (II): Los amigos de verdad

La gente que me conoce sabe que, por encima de otras muchas cosas, pongo la amistad. La amistad real. Y es que aquello de que "quién tiene un amigo tiene un tesoro" tiene, para mí, mucho de verdad.

En relación a la amistad existen, también, diferentes visiones. Hay personas que entienden que es imposible una amistad de verdad, que elimine toda barrera de desconfianza. Son las personas que creen que, en el fondo, siempre te fallarán los amigos y que, por tanto, mejor no creer totalmente en ellos. En el ámbito de la Política algunos que se creen eminentes políticos insisten en que no tener amigos es una máxima que allana el camino de un político.

Frente a todo eso me rebelo. De lo que más orgulloso me siento es de mis amigos. De las personas, todas, que conforman mi círculo personal. Con las que me apetece estar, de las que quiero aprender y con las que quiero reir. Y cuando estoy mal, en las que me quiero apoyar.
Yo sí creo en la amistad de verdad. Es más, soy de los que cree que no hay nada más triste en esta vida que no tener amigos por los que sentirse apoyado.

Pero en torno a los amigos yo tengo una máxima. Los quiero como son, como los he ido conociendo. Los quiero así, con su forma de ser, con sus virtudes y sus defectos. Porque no quiero tener amigos perfectos. Si así fueran no serían humanos. Serían máquinas. Y yo quiero personas a mi lado... Y los quiero así, como digo, como ellos a su vez me quieren así. Sé que a veces les apetecería cambiarme -misión imposible- o al menos corregir alguna de mis actitudes no del todo correctas -difícil, difícil-. Pero aunque sea así me aceptan como soy y noto su cariño y su afecto. Y con eso me basta.

El desengaño en la amistad es algo duro. Muy duro. Pero en esta vida, siempre, hemos de saber apartar de nosotros a las malas personas. A aquellos cuya presencia nos impide ser más felices, mejorar, avanzar... Es triste, pero hay que hacerlo. Y cuando lo haces te darás cuenta que esos nunca fueron tus amigos...

La amistad es un sentimiento noble. De los más nobles que hay. Y admite tipos, más o menos estrechos. Con más o menos confianza. Pero está ahí. Y es en los malos momentos cuando, de verdad, te das cuenta de quiénes son tus amigos. Quiénes te quieren y quiénes no.

Por eso me siento muy agradecido por mis amigos y amigas. Me siento contento sabiendo que están ahí. Y ellos saben que yo también estoy. Y que a pesar de mis fallos siempre los tendré apoyándome. Y yo a ellos. De eso que no quede ninguna duda.

Porque otra cosa no, pero en relación a mis amigos soy así de sectario. No admito que nadie me los critique ni les quiera hacer daño. Porque quién pretende hacer eso se convierte, automáticamente, en mi contrario.

La amistad nos hace personas. Y al contrario de lo que algunos dicen, más libres...