
Cada uno de nosotros, con sus virtudes y defectos, es producto de muchas cosas. Vale que habrá cosas que se nacen con ellas pero nuestro carácter, nuestra forma de ser, nuestra personalidad, es resultado de la influencia -positiva y negativa- de mucha gente que te vas encontrando en el camino de la vida. Ya me habréis escuchado decir eso. Para mí es fundamental mi familia y por familia entiendo la biológica -sobre todo padres, abuelos y hermanos- y la afectiva, la que sin ser tu familia por nacimiento, se convierte en tal gracias a la vida -los amigos del alma-.
Si yo echo la vista atrás, si yo hago recopilación de mis recuerdos, desde mi niñez hasta hoy, hay una figura que siempre se repite. Una persona, una cara, unas manos, unos ojos -preciosos ojos verdes-, que se repiten en tiempo. Hay una voz que aún hoy me calma cuando estoy disgustado o que me aconseja cuando necesito escuchar. Una risa que me transmite emoción y una energía que es reflejo de su fuerza como persona. Esa figura, esa cara, ese rostro, es el de mi güelita Lala.
Lala nació un 12 de enero de 1929 -si ella supiera que escribo esto, ¡me mata!-. Cumple hoy, por tanto, 81 años. Está presente en toda mi vida. El día de mi nacimiento, acompañando a mi madre en el viaje que hizo en el seiscientos de mi vecina Paulina camino del Hospital Valle del Nalón. Está presente en cada día de mi vida desde hace 31 años siendo, para mí, mi otra madre. Está presente en mis inicios en los estudios cuando me ponía junto a ella en la cocina para que le recitara la lección de clase. O acompañándome a coger el bus para ir al Colegio. Está presente en los jerseys, aquellos jerseys de punto maravillosos que me hizo hasta hace pocos años y que no hay nada que se compare a ellos. Ella estaba cuando la Política me empezó a gustar, teniendo diez u once años. Por enseñar, me enseñó sobre todo a querer ser siempre buena persona y a pedir perdón cuando uno se equivoca. Durante muchos años vivimos juntos, mis abuelos Tito y Lala, mis padres y mis hermanos. Aún hoy es raro el día que no le haga una visita a su casa, coma con ella o simplemente, cuando estoy de viaje, hablemos por teléfono. Generosa hasta decir basta, nunca se ha quejado por nada y nunca la he escuchado, en mi vida, hablar mal de nadie. Siempre encuentra una justificación para perdonar lo que a mí me pueden parecer ofensas de otros... Le gusta la Política, ¡y mucho! y, sin duda, es la persona que me ha trasladado esa obsesión mía por devolver la dignidad a la Política. No hay palabras, de verdad, que resuman lo que siento por mi abuela. Por muchas palabras que escribiera me seguirían faltando hojas...
Yo, cuando era muy niño, siempre decía que rezaba a Dios para que ella viviera muchos años. Cuando se lo decía a ella me contestaba con algo que la define bien: "no reces por mí, reza mejor por (permitidme que no de el nombre) para que viva muchos años, que es mucho más joven que yo y se lo merece".
Por suerte, ha vivido 81 años. Espero que viva más. Cuando fui elegido Alcalde no quiso ir a mi toma de posesión ya que decía que se iba a emocionar y no quería distraerme. Le dediqué mi elección y lo único que me dijo fue un "sé siempre buena persona". Parece que estoy viendo cuando yo, siendo ya un chaval y antes de irme a dormir o incluso de salir de casa para ir con mis amigos de fiesta, iba a su habitación y me sentaba a su lado y hablábamos de esto o de aquello. Mis hermanos y yo somos resultado de sus esfuerzos y sólo espero que ni ellos ni yo defraudemos nunca la confianza de quién nos crió y que se entregó, en cuerpo y alma, para que a a nosotros no nos faltara nunca de nada.
Cuando era moza -casi una niña que diríamos ahora- iba de casa en casa de familiares acompañando a madres recientes o a niños o incluso a personas que se quedaban solas. Cuando tuvo su propia familia hizo lo mismo, primero entregándose a la educación de sus hijos y luego, criándonos a mis hermanos y a mí como si de otros tres hijos se tratara.
Le rindo tributo así, de esta forma, porque me lo pide el corazón. Os puedo asegurar que si en mi véis algo bueno, eso bueno es producto de mi güela Lala... Y voy a confesaros algo: se me hace terrible pensar que algún día dejaré de poder abrazarme a ella.
Para terminar, por mucho que le diga que la quiero, por mucho que haga, por mucho que escriba aquí, nunca le devolveré ni una décima parte de todo lo que ella me ha dado a mí. Esa persona, única en mi vida, a la que le debo todo, se llama Lala... Y hoy la quiero compartir con todos vosotros.