Ello me ha hecho pensar en torno al dilema partido/gobierno que, tantas veces, aparece en el debate político. No hay más que recordar, incluso, aquel "prefiero un partido sin gobierno que un gobierno sin partido" con el que un político asturiano dio la puntilla a su propio gobierno.
Yo creo que hay que distinguir la importancia de ambas cosas. Que ambas son compatibles y que ambas, en democracia, son necesarias. La lectura de este excepcional libro me lleva a esa conclusión.
Por un lado, en Democracia, las cosas se cambian -principalmente y sobre todo- desde los gobiernos. Si un partido no gobierna, si no es capaz de decidir y transformar, de poco serviría todo su núcleo ideológico, todas sus ideas o todos sus proyectos. Proyectos, ideas, duran poco. Lo importante, lo que importa a la vida de las personas, es que esos proyectos e ideas se hagan realidad. Y para eso es necesario gobernar.
Pero por otro lado yo soy de los que cree que hay que ambicionar ser gobierno, pero que ha de existir un sólido partido político. La historia de la UCD nos sirve para darnos cuenta de ello. Un gobierno que no cuente tras de sí con un sólido partido es un gobierno abocado a su propia muerte. Al debilitamiento de las personas que han de ejercer labores de gobierno. Por eso yo creo en la necesidad de partidos políticos fuertes, que conecten con la ciudadanía y las redes sociales, que estén cerca de los problemas de los ciudadanos. Que tengan debate interno y que una vez debatida las cosas actúen con solidez, dando respuestas coherentes y siendo ejemplo de unidad. Partidos, además, que trabajen en la revitalización ideológica del proyecto político y en la búsqueda de caras nuevas que pongan rostro a esas ideas. Caras nuevas que sean formadas por el propio partido, buscando garantizar el futuro del proyecto político.
Ambas cosas son necesarias. Partidos que sean fuertes y que ambicionen gobernar y Gobiernos que respondan a los problemas de los ciudadanos y que hagan realidad los proyectos de los partidos.