de vergüenza

Hace ya años veía, en la 2, unos reportajes sobre la transición española que siempre me gusta recordar. La coordinadora del proyecto era la periodista Victoria Prego. Tanto me gustaron que compré el libro que a continuación se editó. Describe una España en blanco y negro, que quería abrirse al color. Unos años de cambios. Tensiones sociales. Y de esperanza. Recuerdo, con especial intensidad, los insultos que sufría el Presidente Suárez y Gutiérrez Mellado cuándo había un atentando -¡traidores! ¡vendidos!-, insultos que llegaban al propio Cardenal Tarancón, responsable de la apertura de la Iglesia a la sociedad española -¡Tarancón al paredón!, decían-. Los responsables de esos gritos e insultos eran la extrema derecha. Eran gritos de quiénes veían con ojos de desprecio la apertura de España al mundo y la superación de la etapa franquista. Eran quiénes no creían en la Democracia -preferían su dictadura- y atacaban, con todo su encono, a quiénes encabezaban los cambios.

Ayer en Madrid, como en todos los ayuntamientos de España, tuvieron lugar concentraciones silenciosas de repulsa a los asesinatos de ETA. Yo estuve en la de Laviana y muchos otros, en las de otros municipios. En todas las concentraciones, en casi todas, se guardó silencio. Pero hubo algunas que no. La más dantesca, la de Madrid. Allí, una serie de individuos -e individuas-, con pegatinas de la AVT hasta las cejas, optaron por reventar el acto silencioso y se liaron a insultos con los representantes socialistas que allí estaban: Álvaro Cuesta (Secretario federal de Política Municipal), David Lucas (Portavoz del Grupo Socialista en el Ayuntamiento de Madrid) o Pedro Zerolo (concejal en Madrid) y, a través de ellos, al ausente, al que tantas ganas le tiene la extrema derecha de este país: José Luis Rodríguez Zapatero. Los insultos los hubo para todos los gustos: ¡Zapatero terrorista! ¡asesinos! ¡traidores! ¡vendidos a ETA!. Pero la peor parte se la llevó Pedro Zerolo, al que literalmente persiguieron hasta su coche a gritos de ¡maricón!

Si esas imágenes me las ponen en blanco y negro, casi pensaría que volvíamos treinta años atrás, a la transición española. A Zapatero, como a Suárez entonces, la extrema derecha -los federicos- le tienen ganas y no ocultan su falta de respeto al sistema democrático.

Quiero dejar constancia aquí que la actitud de algunos dirigentes del PP fue digna de elogio. Gallardón, cuando comenzaron los insultos, dejó a su grupo y se puso junto a los socialistas, a recibir él también insultos. Su vicealcalde, Manuel Cobo, "escoltó" a Pedro Zerolo a su coche para que nadie le pudiera hacer nada. Otros, los que encabezaba Acebes, optaron por el silencio. Ya saben, la omisión de socorro que condena el Código Penal.

Yo sólo espero que, como pasó en la transición, la Democracia venza a la intransigencia. El mejor remedio para esta enfermedad será cuando los ciudadanos voten -votemos-. Estoy seguro que si Zapatero y el PSOE vuelve a ganar las elecciones y con más contundencia, la derecha afrontará su necesaria renovación y expulsará estos brotes de extrema derecha que tanto daño hacen a la Democracia española. Sinceramente, tengo esa esperanza. Y seremos los ciudadanos los encargados de aplicar la medicina.